miércoles, 30 de abril de 2008

The Police - El ensamble tras 23 años

El retorno más insospechado
The Police




Texto de Chris Salewicz
Traducción de Celia Flipetto

No es que hayan solucionado los problemas que les llevaron a separarse en 1984, pero The Police, la banda de rock británica de más éxito de los últimos veinte años, vuelve con un gira que ya recorre Norteamérica y que llega a Europa este mes. El reencuentro obedece a un capricho de Sting, que pensó que era la única manera de volver a sorprender al público. Y también será un gran negocio. Las entradas casi se agotaron hace meses.

"Vamos a ver, chicos, mañana a las ocho, Pilates en el jardín", dice Sting subiendo las escaleras de piedra de la mansión de veinte habitaciones que tiene en la Toscana para retirarse a descansar. Son las once de la noche. Con una leve cojera, el batería Stewart Copeland, de 54 años, uno menos que Sting, y el guitarrista Andy Summers, que va tomando una infusión de manzanilla, lo siguen. La ropa que llevan –camisetas y chándales– indica a las claras que han acometido la preparación para la gira de conciertos que vuelve a reunir a The Police y que llega a Europa este mes (en España, sólo en Barcelona, el 27 de septiembre). Las sesiones diarias de entrenamiento, supervisadas por un profesor venido desde Londres, les aseguran la forma física y, con suerte, contribuirán a que Copeland se cure de una lesión de espalda, un serio problema para un batería. Sting mismo hace de instructor en las clases diarias de ashtanga yoga. Por la noche, los tres componentes de la banda están extenuados.



Han pasado 23 años desde que The Police, que entonces era el grupo número uno del mundo, se separó. La banda formada por Stewart Copeland en 1977 logró el éxito gracias a la combinación del bajo, las letras intuitivas de Sting –que había sido maestro de inglés– y unas voces agudas y potentes. La habilidosa guitarra de Summers y la batería polirrítmica de Copeland resultaron irresistibles. La banda sintetizó los hipnóticos ritmos de reggae con el pop y el rock and roll tradicionales. Después de que en 1978, su clásico tema "Roxanne" arrollara en Estados Unidos, su álbum "Outlandos d’amour" entró en la lista de éxitos de Gran Bretaña y se mantuvo durante 96 semanas. Desde entonces The Police ha vendido más de cuarenta millones de discos, entre los que se incluyen una seguidilla de exitosos singles como "Message in a bottle" (1979), "Walking on the moon" (1979), "Don’t stand so close to me" (1980), "Every little thing she does is magic" (1981) y "Every breath you take" (1983).

En febrero pasado se anunció que el grupo emprendería una última gira de la que, en una hora y media, se vendieron más de 1.770.000 entradas. "No me esperaba que en el mundo hubiera tanta nostalgia", dice Sting, realmente sorprendido. Va teñido de rubio, pero es el único de los tres componentes que recuperó la icónica imagen oxigenada que lucía originalmente la banda: el paso de los años ha plateado el pelo de Copeland, mientras que Summers, pese a haber cumplido 64 años, parece el más juvenil de los tres y tiene una cabellera castaña de aspecto ligeramente teatral.



Tras la extraordinaria reacción de sus fans, la banda programó tres semanas de ensayos en Canadá. En un momento dado, según cuenta Copeland, se vieron obligados a enfrentarse a la desagradable verdad. "¿Alguien se ha dado cuenta de que lo estamos haciendo de pena?", preguntó a sus compañeros. Había dos soluciones, recuerda ahora. "La primera, descomponer y analizar cada compás y, como compositores y arreglistas, corregir todos los defectos. La segunda, callarnos de una puta vez, tocar y escucharnos, para tomarnos el pulso y resolver así nuestro problema. Y ahora, casi lo hemos conseguido."

En Il Palagio, la finca de Sting, de una belleza agreste, que ocupa más de 240 hectáreas, todo es muy cordial y caballeroso. Situada a trescientos metros sobre el nivel del mar, con un par de lagos rodeados de bosques, Il Palagio se encuentra a treinta minutos en coche de Florencia y, en los últimos diez años, ha sido la casa principal de Sting. Las ventajas fiscales de vivir fuera de Gran Bretaña contribuyen claramente a su atractivo. En Inglaterra, Sting es propietario de una mansión imponente en Westminster, y de Lake House, una finca con jardines cerca de Stonehenge, en Wiltshire; en Estados Unidos tiene una casa en Malibu Colony, en las afueras de Los Ángeles, que antes perteneció al actor Larry Hagman, y un apartamento en Nueva York. Aunque sus residencias de Estados Unidos le ofrecían las mismas ventajas económicas que Il Palagio, no tienen su profunda serenidad: una estatua de Buda de tres metros de altura, traída hace poco de Tailandia, domina la capilla particular situada al costado de la mansión.


Sin embargo, a pesar de la grandiosidad de la casa y sus parques, Il Palagio desprende el mismo aire íntimo que una casita de campo, y es testimonio de las obras de restauración supervisadas por Trudie Styler, la mujer de Sting. La actriz y productora de cine lleva 25 años en pareja con Sting y es la madre de cuatro de sus hijos (Mickey, Jake, Coco y Giacomo). Los dos hijos mayores del cantante, Kate y Joe (cuya banda Fiction Plane hará de telonera en la gira de The Police), son fruto de su primer matrimonio con la actriz Frances Tomelty. Ninguno de sus hijos vive en Italia, ni tampoco Trudie Styler, a la que Sting llama "la jefa".

Sting siempre ha tenido buen olfato para los negocios. Se calcula que su fortuna personal ronda los 170 millones de libras esterlinas (unos 250 millones de euros), y es el intérprete británico de mayor éxito internacional de los últimos veinte años. Su patrimonio aumentará gracias a la tajada que sacará de los casi 147 millones de euros que, según los cálculos, producirá la gira de The Police tras haber vuelto a reunirse. Una vez me dijo en broma que había comprado la finca de la Toscana por "una canción o, a lo mejor, dos".

Reencuentro como terapia

"Si esta casa fuera mía, me parece que no me molestaría en salir de ella para irme de gira", comenta Andy Summers riéndose, mientras observa a lo lejos las colinas envueltas en la bruma. Summers vive en Santa Mónica (California), cerca de Copeland. Hace un año, muy pocos habrían previsto que los miembros de The Police volverían a reunirse. Incluso ahora, al verlos a los tres juntos, es inevitable tener la sensación de que se asiste al final preparado de antemano de un cuento de hadas hollywoodiense. Entonces, ¿por qué han decidido hacerlo? "Porque Sting lo dijo", contesta Copeland.

Sting, pragmático como siempre, confiesa que la reagrupación de la banda fue una solución a un dilema profesional. "El año pasado me desperté una mañana encantado de que mi disco de música clásica estuviera en las listas de éxitos internacionales del pop", nos cuenta refiriéndose a "Songs from the labyrinth". "Y entonces pensé, ¿ahora qué hago? ¿Cómo puedo sorprender a la gente? ¿Y si volviera a reunir a The Police? Entonces me pregunté: ¿te has vuelto loco? Y a continuación me dije: ¿sabes qué? Eso es justo lo que vas a hacer."



La reunión del trío tiene también un fuerte componente de terapia de grupo, como si por fin hubieran decidido enfrentarse a los demonios que los impulsaron a separarse. Cuando se encontraban en la cumbre de su fama, los tres integrantes se vieron inmersos en el absurdo mundo de las grandes estrellas del rock. Eran tres jóvenes que intentaban hacer frente a las irrealidades y las enormes presiones de aquel ambiente, y no siempre lo lograban. Los matrimonios de Sting y Summers se fueron a pique.

Tras la separación del grupo, a principios de 1984, Sting lanzó inmediatamente su carrera en solitario y, al menos en apariencia, da la impresión de que ha disfrutado de una vida sin mayores complicaciones. Como compositor y cantante del grupo, siempre estuvo al mando, pero le preocupa bastante su posición. "Quiero a estos tíos. Siempre los he querido", reconoce. "La cosa no ha cambiado demasiado en comparación a como era hace años. Stewart y yo seguimos las mismas pautas de siempre, no paramos de contradecirnos. Pero, con la sabiduría que nos da la experiencia, ahora sabemos moderar nuestras reacciones y también sabemos cómo comunicarnos sin que nos entren ganas de matarnos. Yo sigo siendo un tocahuevos. No es cuestión de que las cosas deban hacerse como yo digo, sino de negociar y hacernos concesiones mutuas. Hemos vuelto al matrimonio que funcionó tan bien en un sentido y nada bien en otro."



Ruptura poco asimilada

Copeland y Summers no parecen haberse recuperado del todo de la ruptura, quizá porque nunca estuvieron seguros de que el grupo se hubiese separado realmente. Sting insiste en que en agosto de 1983, al comienzo de la última gira en el estadio Shea de Nueva York, mantuvo "una conversación" con los otros dos. "Yo no tengo un recuerdo claro de haberme sentado a hablar del tema y llegar a la conclusión de que se había terminado", dice Summers. Los dos mantenían un contacto frecuente con Sting, que siempre apoyó los proyectos en solitario de sus compañeros, pero, con el paso del tiempo, se ve que a estos dos componentes de la banda les ha resultado difícil liberarse de la sombra de Sting y de The Police. Sin embargo, en sus actividades menos conocidas en el jazz y las bandas sonoras de películas, tanto Summers como Copeland siguen siendo nombres estelares. Summers, con estudios de música clásica, ha grabado doce álbumes en solitario y ha participado en festivales de jazz de todo el mundo. Copeland ha compuesto la banda sonora de más de cuarenta películas, por ejemplo, las de "Wall Street" y "La ley de la calle".

El año pasado, los dos efectuaron sendas declaraciones de despedida de su trabajo con el grupo. Copeland dirigió el documental titulado "Everyone stares: The Police inside out", con imágenes de la banda grabadas por él mismo. A su vez, Summers publicó su autobiografía con el título de "One train later", muy bien recibida por la crítica. Según confiesa, el capítulo que más le costó escribir, y que estuvo a punto de no incluir, fue el dedicado a The Police. Con todo, no se muerde la lengua, especialmente cuando habla de su relación de trabajo con Sting. En una escena impresionante describe una sesión de grabación en la que a Sting le da un berrinche típico de estrella del rock y "se vuelve loco, me dice de todo menos bonito, y los allí presentes se quedan pálidos por la sorpresa". A fin de cuentas, se trata de la banda que, de 1977 a 1984, se hizo famosa por la legendaria mordacidad con la que se trataban sus miembros. Fue sonada la pelea en la que Copeland rompió a Sting una costilla, aunque ahora le resten importancia y digan que fue un accidente que se produjo al forcejear en broma cuando Sting intentó quitarle a Copeland su ejemplar de "The New York Times".



Al parecer, el libro permitió que al fin reinara la paz entre los miembros del antiguo grupo musical. Poco después de su publicación en noviembre del 2006, Sting llamó a Summers para proponerle el retorno de la banda. "La leyenda dice de nosotros que éramos muy virulentos al juzgarnos, pero no es verdad. Sencillamente tenemos distintos puntos de vista. Y eso no ha cambiado", comenta Sting. Summers suele dar la impresión de ser el hermano mayor. "Sigue manteniéndose al margen mientras Stewart y yo nos hacemos picadillo", reconoce Sting.

En el clima propicio que se respira en Il Palagio se notan también el rigor férreo y la profesionalidad. En las últimas tres semanas, el grupo ha ensayado aquí, encerrado en un estudio que se encuentra separado de la casa principal por un patio adoquinado. Sin embargo, se tiene la sensación de que necesitan pasarse aquí otros tres años, en parte porque, a lo largo de su carrera en solitario, Sting ha retocado algunos grandes éxitos de la banda. "Sting cambió las melodías, pero yo insisto en que debemos dejarlas tal como estaban", dice Copeland.



En los ensayos salta a la vista que Sting es el líder de la banda, el encargado de los arreglos de las canciones; sin embargo, como si se tratara casi de una cuestión de principios, Copeland parece empeñado en contradecirlo a cada instante. Copeland explica la dinámica que rige su relación con el cantante echando mano de un chiste que contó Sting una vez y que ha vuelto para perseguirlo en muchas ocasiones. "A mí lo que me va es la gratificación instantánea; a Sting le va el sexo tántrico. Yo soy de los que siempre dicen sí; Sting es de los que siempre dicen no. A mí me va pisar el acelerador a fondo y consumir todo el depósito de gasolina ahora mismo hasta que volemos por los aires; a Sting le gusta contenerse, crear tensión no soltándose del todo", dice Copeland.

Sin drogas ni alcohol

Cuando la banda empieza a tocar "Every little thing she does is magic", Copeland la pifia en la introducción. "Perdón, perdón, no sabía dónde estaba: el ácido empezaba a hacer efecto", bromea. Estamos en una zona libre de drogas y de alcohol. Más tarde, durante la cena, Copeland se toma un tequila, "una copita nada más", dice, como disculpándose por su falta de excesos. "Yo con dos copas de vino ya estoy borracho", comenta Sting, mostrándole su apoyo.

Incluso cuando estaban en la cumbre del éxito, los componentes de The Police nunca fueron grandes bebedores. Según me contó en aquella época un colega, tenían cierto gusto por los estados alterados. En su libro, Summers ofrece una descripción desternillante del colocón que tuvo tras tomarse unos hongos en compañía del difunto John Belushi, y se refiere también a la dependencia del grupo de lo que denomina el "polvo boliviano para la marcha". Pero hace tiempo que dejaron esas costumbres. "Me resultaría imposible hacer lo que hago si estuviese atiborrado de Jack Daniels y drogas duras", reconoce Sting. Estos días, el único exceso parece estar en la cantidad de botellas de agua mineral que toman.



Después de repasar "Every little thing...", interpretan "Don’t stand so close to me".
–Stu, ¿crees que podrías tocar en tiempo débil durante el coro? Le falta algo para aglutinarlo –pregunta Sting.

–A ese coro le falta equilibrio, pero justamente en eso está parte de su encanto –contesta Copeland.

–A mí me parece que sin ese tiempo débil tan estupendo suena a jazz –añade Summers.

–Detestaría no dar a la gente lo que quiere oír –explica Copeland.

–No pienso cambiar la parte del bajo –insiste Sting.

–Hemos desmontado la canción y hemos analizado cada compás. Y al final hemos vuelto a lo que teníamos al principio –les recuerda Copeland.

Detrás de esta pugna se nota un profundo afecto. En la percepción que tiene el público de The Police –y, por tanto, de Sting– hay un factor que suele pasarse por alto: el innato sentido del humor del grupo. En privado, esto se traduce en una burla constante que parece inofensiva, pero que sirve para recordarnos que, en otros tiempos, esa actitud de los miembros de la banda podía llegar al exceso y convertirse en franca intimidación.

La cena se sirve en una mesa señorial dispuesta en el patio empedrado, al aire libre. Posiblemente parezca una ironía, pero el entrante es una pequeña ración de pescado con patatas fritas, acompañada de puré de guisantes. Lo realmente curioso es que luego siga un plato de espárragos. Le pregunto a Sting si después del pescado con patatas fritas hubiera tomado lo mismo cuando vivía en Newcastle con su padre, que era lechero. "¡Sin duda!", se ríe: "La verdura era algo que venía en latas, como los espaguetis".

Pregunto a Copeland qué contesta cuando la gente dice que se trata de una gira de jubilación, que sólo la hacen por dinero. "¡Que os den!", ríe Copeland. "Vamos a ver, ¿qué es lo que no entiendes sobre lo de volver a juntarnos para hacer una gira mundial, tocar ante 80.000 personas que te aclaman todas las noches por canciones que gustan a todo el mundo? ¿Te refieres a que encima de eso me van a pagar? ¡Pues magnífico!"



"A mí me resulta un pelín incómodo que lo único que tengamos para ofrecer sean las canciones de antes", reconoce Summers refiriéndose al álbum "The Police anthology", lanzado este año. "Me gustaría que hiciéramos algo más, porque la vitalidad sigue ahí. Supongo que el paso siguiente sería hacer otro disco, si la creatividad sigue en pie."

"¿Hacer otro disco?", pregunta Copeland, incrédulo. "Ni loco. Este ya será un gran año. ¿Para qué pedir más?



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